lunes, 6 de abril de 2009

Los Veinte Mil.

Definitivamente la maldición de los veinte mil no me abandona.

Remontándome a la época que era la favorita de los lanzas callejeros, cada vez que me veían sabían que mi despistada actitud les dejaría algo para ellos ese día, ya que en cada oportunidad que fui ''carteriada'', mi billetera de entonces portaba la no despreciable suma de $20.000, que podía ser en dos billetes azules o el más nuevo con el rostro de Don Andrés Bello.

Fui víctima en la comuna de Estación central, y mi lloriqueo lastimoso a los 17 años, muy de rosado barbie con el pelo largo y pinche. Tal era mi tragedia que la misma gente me daba plata, para que me fuera en taxi y eso que yo tenía más, pero con el shock ni me acordaba, además me dolia la billetera y mis pertenencias. Un poco despúes, en el paseo Ahumada, no sé en que minuto me sustrayerón la billetera, que de hecho era igual a la anterior, porque me gustaba tanto que me la había comprado otra vez, y nuevamente con llanterío en la calle por el ultraje silencioso, pero más sútil, nadie me dió plata esta vez. Tampoco me libre de patronato, una de las pocas veces que fui en mi vida, apenas pise las calles del sector me reconocierón los malditos pungas y me ''acuchillarón'' mi bolso by Bennetton, dejando hasta restos de naranja en sus bordes y adiós billetera, ahora sin llanto registrado. Siempre, siempre, con la misma suma de dinero en su interior.

Cuando aprendí finalmente a no usar jamás una mochila o bolso a la ligera en lugares tan reconocidos por la delicuencia ciudadana, juraba que el trauma estaba superando y que Mr Craf caminaba a mi lado, pero venía algo peor; Yo misma comenzaría a regalar la plata.

Todo comenzó porque una vez estaba demasiado entretenida con la conversación que mantenía que no me fijé con cuanta plata pague, ni menos mire el vuelto y me fui, a los pocos minutos reaccioné , le puse rewind al cerebro y ahí estaba la imagen esa de la entrega de los $20.000 a la cajera, sin recibir vuelto por un pago de $10.000, rápidamente me devolvi a la tienda, hablé con la vendedora, hizo ''caja'' y ahí sobraba mi dinero. Uf.... para nunca más-

Para no contarla otra vez! eso me decian todos, hasta hoy.

El domingo fui a pagar una cuenta a la misma tienda, y al mismo mall. Nuevamente con los muy malditos billetes de 20 y esa cara de Don Andrés confundiéndome hasta más no poder. Como estaba en extremo en otra, pague con más billetes de lo que correspondia y me retire del recinto; con algo de duda, como si mi subconsciente me avisara de algo, pero yo seguía pegada en no sé que, la cosa es que nunca más me acordé del asunto hasta que saque las cuentas horas despúes en mi casa y me faltaban $20.000. Volví a poner rewind al cerebro y ahí se repetía la historia, entregando los billetes grandes (más el adicional) y el vendedor que no se daba cuenta o se hacía el .... leso. A punto de darme cabezasos contra la pared por tamañana distracción, y el conzuelo de mi mamá diciendo ''pero si hay gente así...'' por mí grave problema con los billetes más grande que hay, casi ni dormi pensando en la estrategia a usar para recuperar mi valioso trozo de papel moneda, que al otro día me fui directo a hablar con el supervisor y contarle el episodio del día anterior, mencionandole que asumia la culpa y plena responsabilidad, confesándole que era casi disléxica y daltónica, que despúes de esta segunda vez nunca más me iba a pasar. Pasó un rato y él, muy lindo, joven y simpático, pero con quizás que imagen de mi persona, me devolvía mi dinero. Sin importarme ya la imagen proyectada, con el éxito en mis manos, había resultado mejor que el plan b, el cual consistía en apelar a la solidaridad del supervisor, como una pobre joven mujer con varios hijos sin padre. Eso si que era realmente patético, pero a estas alturas y con la crisis mundial, lo que podría opinar de mí, daba exactamente lo mismo, yo necesitaba ese billete otra vez. Y lo logré.

La cuento otra vez?.....

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