lunes, 26 de octubre de 2009

Agripá.

Por varios días tuve de visita a la inoportuna de ''la gripe'', así la muy asna que no se apareció en todo el invierno, que yo juraba le había ganado el año con los mas de 250 chamytos light que me tomé, y claro cuando me vanagloriaba de mi éxito ante las enfermedades invernales se le ocurre aparecer justo ahora que al fin el sol se digno a aparecer, -otro más que andaba de fugitivo con la primavera- y se deja caer como si nada, como si una tuviera tiempo para andar de enferma por la vida. Empeze con los síntomas una semana antes y si bien, juraba que era producto de mi súper dieta del demonio, que da por resultado cuatro días completos de cama, incubando virus y engendrando ácaros como nunca, y todo por tener un verano digno y estar expuesta a todos los virus y bacterias que se puede encontrar por la acumulación de cientos de personas por metro cuadrado en el transporte público, entiéndase por el metro y las micros con las caóticas y lateras combinaciones diarias que debía hacer en mi odisea por ser transeúnte un mes completo por andar quedándome dormida en las autopistas. En ese entonces se llega a instalar la gripe a mi lado sin dejarme jamás, ahí manifestándose en gloria y majestad.
Siendo que tener gripe de adulta no es lo mismo que de niña, porque una a lo más se queda en la casa sin ir al colegio por los días que corresponda, nadie la mira tan feo si anda toda moquillenta y listo, ahí despúes se anda consiguiendo los cuadernos para ''ponerse al día'' y feliz, pero de grande la cosa es distinta, porque se desencadeno justo un prometedor viernes y ahí quede durante los dos sagrados días de descanzo -que es lo menos que hago-, imposibilitandome de cualquier actividad social o personal. La mañana del lunes haciendo el milagro por disimular la cara de enferma y posterior a eso aislada en una oficina, que sin embargo a las dos horas ya me hacía de vuelta a mi casa a trabajar desde el dulce hogar, porque por la salud de mis compañeros de edificio entero yo creo, me hicierón el amable favor de solicitarme que mejor me fuera a trabajar desde la casa si es que mi presencia no era necesaria durante el día. Dicho y hecho, me fui feliz con mis dolores, mi cara, mis pañuelos desechables con olor a sandía, mis virus y mi nariz lista para el hipoglós.
Lo único bueno que con tanto malestar, como que ni hambre me dá.

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